La
calle Perú entre Victoria y Julio A. Roca fue el lugar desde donde, en un
improvisado palco, el Coronel Perón pronunció su discurso de despedida –luego
de su renuncia al cargo en la Secretaría de Trabajo y Previsión- el día 10 de
octubre a las 19,30 horas.
Trabajadores:
termino de hablar con los empleados y funcionarios de la Secretaría de Trabajo.
Les he pedido como mi última voluntad de secretario de Trabajo y Previsión, que
no abandone nadie los cargos que desempeñan, porque se me habrían presentado
numerosísimas renuncias. Yo considero que en esta hora el empleo en la
secretaría no es un puesto administrativo, sino un puesto de combate, y los
puestos de combate no se renuncian, se muere en ellos.
Esta
casa, fundada hace un año y medio, se ha convertido en la esperanza de los
hombres que sufren y trabajan. Esa esperanza no debe ser defraudada por nadie
porque acarrearía las mayores desgracias a nuestra patria.
Despojado
de toda investidura, hablo hoy a mis amigos los trabajadores, expresándoles,
por última vez desde esta casa, todo lo que mi corazón siente hacia ellos y
todo lo que he de hacer en mi vida por su bien.
Si
la revolución se conformara con dar comicios libres no habría realizado sino
una gestión en favor de un partido político. Esto no pudo, no puede, ni podrá
ser la finalidad exclusiva de la revolución. Eso es lo que querrían algunos
políticos para poder volver; pero la revolución encarna en sí las reformas
fundamentales, que se ha propuesto realizar en lo económico, en lo político y
en lo social. Esa trilogía representa las conquistas de esta revolución que
está en marcha y que cualesquiera sean los acontecimientos no podrán ser
desvirtuados en su contenido fundamental.
La
obra social cumplida es de una consistencia tan firme que no cederá ante nada,
y la aprecian no los que la denigran sino los obreros que la sienten. Esta obra
social que sólo los trabajadores la aprecian en su verdadero valor, debe ser
también defendida por ellos en todos los terrenos.
La
Secretaría de Trabajo y Previsión acometió hace un año y medio dos enormes
tareas; la de organizar el organismo y la de ir, sobre la marcha, consiguiendo
las conquistas sociales que se consideraban más perentorias para las clases
trabajadoras. Sería largo enumerar las mejoras logradas en lo que se refiere al
trabajo, a la organización del trabajo, a la organización del descanso, al
ordenamiento de las remuneraciones y a todo lo que concierne a la previsión
social.
Esta
tarea realmente ciclópea se ha cumplido con este valioso antecedente: las
conquistas obtenidas lo han sido con el absoluto beneplácito de la clase
obrera, lo que representa un fenómeno difícil de igualar en la historia de las
conquistas sociales.
En
el campo de la previsión social hemos comenzado por realizar una propaganda
sobre el ahorro -posible con los mejores salarios- y luego propugnamos por el
incremento de las mutualidades. Se ha aumentado el número de los argentinos con
derecho a jubilación en cifras verdaderamente extraordinarias, y a este
respecto cabe destacar la iniciativa de la Confederación de Empleados de
Comercio, que constituye un triunfo y un motivo de orgullo para la previsión
social argentina.
Hemos
defendido desde aquí a todas las organizaciones obreras, las que hemos
propugnado, facilitándoles su desenvolvimiento. Desde esta casa no se ordenó
jamás la clausura de un sindicato obrero ni se persiguió nunca a un trabajador;
por el contrario, siempre que nos fue posible pedimos a las autoridades la
libertad de obreros detenidos por distintas causas.
A
diferencia de lo que ha sucedido en otras partes o en otros tiempos, las
autoridades han defendido a las organizaciones obreras en lugar de molestarlas
o perseguirlas. Es así que terminamos de dictar un decreto-ley referente a las
organizaciones profesionales. Cuando llegué a la Secretaría de Trabajo, el
primer pedido que recibí de los obreros fue la derogación de un decreto del año
1943 en el que se establecía para las asociaciones gremiales un régimen de tipo
totalitario.
El
primer decreto que firmé en esta secretaría fue la derogación de ese
reglamento, y tengo la satisfacción de decir que el último que he firmado es el
nuevo régimen legal de las asociaciones profesionales, que difiere
fundamentalmente del anterior, y con respecto al cual puedo asegurar que es de
lo más avanzado que existe en esta materia. Bastaría decir que bajo este cuerpo
legal, el gobierno, que puede intervenir una provincia o una asociación de cualquier
orden, no puede intervenir, en cambio, los sindicatos obreros.
También
dejo firmado un decreto de una importancia extraordinaria para los
trabajadores. Es el que se refiere al aumento de sueldos y salarios,
implantación del salario móvil, vital y básico, y la participación en las
ganancias. Dicho decreto que he suscripto en mi carácter de secretario de
Estado tiene las firmas de los ministros de Obras Públicas y de Marina, y
beneficia no solamente a los gestores de la iniciativa -la Confederación de Empleados
de Comercio- sino a todos los trabajadores argentinos.
Y
ahora, como ciudadano, al alejarme de la función pública, al dejar esta casa
que para mí tiene tan gratos recuerdos, deseo manifestar una vez más la firmeza
de mi fe en una democracia perfecta, tal como la entendemos aquí.
Dentro
de esa fe democrática fijamos nuestra posición incorruptible e indomable frente
a la oligarquía. Pensamos que los trabajadores deben confiar en sí mismos y
recordar que la emancipación de la clase obrera está en el propio obrero.
Estamos empeñados en una batalla que ganaremos porque es el mundo el que marcha
en esa dirección. Hay que tener fe en esa lucha y en ese futuro. Venceremos en
un año o venceremos en diez, pero venceremos.
En
esta obra, para mí sagrada, me pongo hoy al servicio del pueblo, y así como
estoy dispuesto a servirlo con todas mis energías juro que jamás he de servirme
de él para otra cosa que no sea su propio bien. Y si algún día, para despertar
esa fe, ello es necesario, me incorporaré a un sindicato y lucharé desde abajo.
Al
dejar el gobierno, pido una vez más a ustedes que se despojen de todo otro
sentimiento que no sea el de servir directamente a la clase trabajadora. Desde
anoche, con motivo de mi alejamiento de la función pública ha corrido en
algunos círculos la versión de que los obreros estaban agitados. Yo les pido
que en esta lucha me escuchen. No se vence con violencia; se vence con
inteligencia y organización. Por ello les pido también que conserven una calma
absoluta y cumplir con lo que es nuestro lema de siempre, del trabajo a casa y
de casa al trabajo.
No
debemos por ninguna causa exponer la tranquilidad de un obrero o la felicidad
de una familia. Hemos de luchar con inteligencia y organización, y así, el
triunfo será nuestro.
Debo
decirles que he hablado con el Exmo. Señor Presidente de la Nación, quien me ha
prometido que la obra social realizada y las conquistas alcanzadas serán
inamovibles y seguirán su curso. Pido, pues, el máximo de tranquilidad a todos
los trabajadores del país, tranquilidad y calma es lo que necesitamos para
seguir estructurando nuestras organizaciones y hacerlas tan poderosas que en el
futuro sean invencibles. Y si un día fuese necesario he de formar en sus filas
para obtener lo que sea justo. Mientras tanto que sea la calma y la
tranquilidad la que guíe los actos de los obreros para que no se perjudique
esta magnífica jornada de justicia social. Pido orden para que sigamos adelante
en nuestra marcha triunfal pero, si es necesario, algún día pediré guerra.
Y
ahora quiero que demos una vez más ese ejemplo de cultura que han exhibido en
esta ciudad las masas de trabajadores, les pido a todos que llevando en el
corazón nuestra bandera de reivindicaciones piensen cada día de la vida que
hemos de seguir luchando inquebrantablemente por esas consignas que representan
los objetivos que han de conducir a nuestra República a la cabeza de las
naciones del mundo. Recuerden y mantengan grabado el lema "de casa al
trabajo y del trabajo a casa" y con eso venceremos.
Para
terminar no voy a decirles adiós les voy a decir "hasta siempre",
porque desde hoy en adelante estaré entre ustedes más cerca que nunca, y lleven
finalmente esta recomendación de la Secretaría de Trabajo y Previsión: únanse y
defiéndanla, porque es la obra de ustedes y es la obra ‘nuestra’".
El público se desconcentró en manifestación por varias
calles céntricas, vivando al Coronel Perón y señalándolo como futuro "Jefe
de Estado".
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