Partido Político surgido de la fusión de los partidos: Laborista, Independiente y Unión Cívica Radical - Junta Renovadora. Fundado el 23 de mayo de 1946.

jueves, 28 de noviembre de 2024

A 184 años de la Batalla de Quebracho Herrado.

 


En 1840 el general Juan Lavalle, hostilizado por las tropas federales combinadas de los generales Manuel Oribe y Juan Pablo López, se decidió a tomar por asalto la ciudad de Santa Fe para abrir su comunicación con el Paraná y con Montevideo.  El 23 de setiembre, Lavalle ordenó al coronel Rodríguez del Fresno que iniciara el ataque de esa plaza con la legión Méndez.  A esta fuerza se unieron en seguida el batallón de infantería del coronel Díaz, la artillería de Manterota y algunos piquetes de infantería santafesina, todas las cuales se pusieron a las órdenes del general Iriarte.  El general Eugenio Garzón que comandaba en jefe la plaza, respondió con denuedo el ataque, después de haberse negado a rendirse como se lo proponían los asaltantes.  Garzón era un bravo y experimentado militar, cuyos méritos le habían granjeado consideraciones aún entre sus adversarios políticos; y como tal se mostró una vez más en la defensa de Santa Fe.  Obligado a cubrir con sus escasas fuerzas los puntos más importantes de la ciudad, resistió dos días el asalto que le trajeron los unitarios simultáneamente por el lado de la costa y por las calles del norte y sur de la plaza.  Al segundo día los unitarios se apoderaron de algunas alturas.  Entonces Garzón, defendiendo el terreno palmo a palmo, se atrincheró en la Aduana con las fuerzas que le quedaban, rechazando desde allí los ataques que le llevaron.  La infantería y artillería de Lavalle se estrellaron varias veces contra esa posición que hacía formidable la pericia de Garzón.  Pero esta lucha no podía prolongarse.  Garzón había perdido su mejor fuerza en el estrecho recinto que defendía.  Sus municiones se agotaban ya cuando sus principales jefes acordaron nombrar un parlamentario ante el coronel Rodríguez del Fresno.  Este concedió al general Garzón y a sus oficiales salir con los honores de la guerra si se rendían en el perentorio tiempo de un cuarto de hora.


Prisioneros a discreción


Empero, la misma noche de la toma del cuartel, el general Iriarte le notificó a Garzón que él y sus compañeros eran prisioneros a discreción, pues el coronel Rodríguez no tenía facultades para hacerle concesión alguna.  Garzón invocó con arrogancia la capitulación arreglada con el jefe de la plaza, y alegó en términos duros que sus oficiales no podían ser víctimas de la indisciplina del que tal notificación le hacía.  Iriarte se limitó a responderle que no había más que someterse a las circunstancias que había creado la guerra, y que se preparasen a marchar al cuartel general de Lavalle que estaba situado en la chacra de Andino en las afueras de la ciudad.  Allí, en la chacra de Andino, se preparaba el complot contra la vida de Garzón y de sus compañeros.  El coronel Niceto Vega, que llevaba la palabra en las solicitudes colectivas de los jefes del ejército “libertador” al general Lavalle para arrancarle resoluciones violentas con cuya responsabilidad cargaba éste exclusivamente, reunió sus compañeros de armas momentos después de haber el general Garzón desalojado la Aduana en virtud de la capitulación arreglada; y en esta reunión se resolvió nombrar una comisión de jefes con el objeto de pedir al general Lavalle que el general Garzón, el gobernador Méndez, el coronel Acuña, su hijo, el capitán Gómez y demás oficiales capitulados fueran conducidos al cuartel general y fusilados inmediatamente.


La comisión presidida por el coronel Vega llevó su cometido ante el general Lavalle.  Este visiblemente agitado les respondió a los que la componían: ¿Y por qué no los mataron ustedes en el acto de tomarlos? ¿Quieren que caiga sobre mi la muerte de todos ellos?…. Esta bien, señores, los prisioneros serán fusilados”.  E inmediatamente dio orden de que la legión Avalos trajese bien asegurados los prisioneros al cuartel general.  Y véase lo que a este respecto dice el coronel Rodríguez del Fresno: “Al día siguiente de la toma de la plaza, me dirigí al campo del general Lavalle, quien me hizo llamar por medio de su ayudante Lacasa; y lo encontré en la loma de la chacra de Andino, sentado sobre su montura.  Lo saludé, y la primera pregunta que hizo fue si quedaban asegurados los prisioneros.  Le contesté que sí.  “¿Están todavía con mucho cogote?” me dijo. – “No les falta”, le contesté. – “Irá usted a la Capital, agregó el general, y ordenará al mayor de plaza, o al jefe encargado de la custodia de los prisioneros, que los entregue al comandante Avalos, quien llevará mis instrucciones sobre la manera de traerlos.  Aquí les bajaré el cogote”.


Se levanta la sentencia de muerte de Oribe


El comandante Avalos sacó en efecto a los prisioneros de sus calabozos y los condujo maniatados y bien asegurados al cuartel general de Andino; pero varias damas santafecinas, y principalmente doña Joaquina Rodríguez de Cúllen, hermana del coronel Rodríguez del Fresno, y viuda de Domingo Cúllen, y que debía servicios importantes a Garzón, se apresuraron a pedirle gracia a Lavalle por la vida de este último y la de sus compañeros.  Esta súplica, por una parte; las reflexiones que le hicieron sobre que era el gobernador de Santa Fe quien debía juzgar a los prisioneros, y las que él mismo se hizo acerca del alcance y trascendencia que tendría en las provincias la tremenda resolución que le habían arrancado los jefes de su ejército, decidieron al general Lavalle a devolver los prisioneros al gobernador Rodríguez del Fresno, levantando así la sentencia que había fulminado sobre sus cabezas.


Tratado Arana-Mackau


En estas circunstancias cayó como un rayo en el campo del general Lavalle la noticia de la convención celebrada entre Rosas y el barón Mackau.  Todos los cálculos y planes de los emigrados unitarios quedaban desbaratados a consecuencia de esa convención.  Lejos de contar con el auxilio y el apoyo de Francia, que nunca les eran más necesarios que en estos críticos momentos, se encontraban desde luego reducidos a sus escasos recursos propios, y frente a frente a todo el poder de Rosas, aumentado moral y materialmente a causa de la paz que acababa de pactar con esa nación.  Las fuerzas de Juan Pablo López y de Manuel Oribe, por otra parte, empezaban a hostilizar formalmente a las de Lavalle; y como éste ya no tuviera mayor interés en sostenerse en la ciudad de Santa Fe, pues dado el giro que habían tomado los sucesos, su objeto no podía ser otro que el de presentarle a Oribe una batalla en las condiciones más favorables para él, evacuó esa ciudad a mediados de noviembre, sacando de ella toda la gente que pudo y siguiendo camino de Córdoba por el paso de Aguirre.


Otro era el aspecto de las cosas en Córdoba.  La Coalición del Norte hacía camino, a pesar de sus primeros descalabros.  El general Lamadrid, reforzado con algunos contingentes se dirigió sobre Córdoba, mientras unitarios de nota como los doctores José Francisco Alvarez, Paulino Paz, Ramón Ferreira, Mariano López Cobo, Francisco Lozano, Bernabé Ocampo, Miguel de Igarzábal, Posse, Soage y otros, hacían estallar una revolución en la capital de esa provincia, la cual dio por resultado el derrocamiento del gobernador Zavalía, delegado del propietario don Manuel López, que se encontraba en campaña reuniendo sus fuerzas; y el nombramiento del doctor Alvarez para ejercer ese cargo.  Al día siguiente, el 11 de octubre, el general Lamadrid entró con su ejército en la capital, en medio del entusiasmo y regocijo de sus partidarios, y en seguida fue nombrado comandante en jefe de todas las fuerzas de la provincia, dándole un buen contingente de fuerzas y las milicias de Santa Rosa, Río Primero, Tercero arriba, etc.


Lamadrid le comunicó todo esto a Lavalle, con el objeto de que combinasen ambos sus operaciones; y Lavalle al retirarse de Santa Fe le dio cuenta de la posición de Oribe, como de su resolución de dirigirse a Córdoba, pidiéndole que, en vista de esto último, viniese a situarse con sus fuerzas en el Quebrachito, en el límite de estas dos provincias, o que, por lo menos, le remitiese tres mil caballos, pues su ejército estaba casi a pie.  Porque la permanencia de Lavalle en Calchines había sido fatal para sus caballadas.  Los malos pastos de esos parajes, y la poca vigilancia que dio margen a continuas disparadas, redujeron a una cifra insignificante los veinte y tantos mil caballos que llevó de Buenos Aires.  Y careciendo de este medio de movilidad no podía pensar por entonces, en presentarle a Oribe una batalla.  Al moverse de Calchines, contando con que Oribe lo seguiría, se propuso pues, esquivar el combate hasta que se incorporase con Lamadrid, o pudiese montar todas sus fuerzas.


Oribe lo siguió en efecto, y dos días después empezó a hostigarlo por retaguardia.  Lavalle proseguía su marcha en dos columnas paralelas, cubriendo su retaguardia con la división Vega y el batallón de infantería desplegados, y llevando en el centro las carretas y bagajes del ejército.  Cuando los tiradores de Oribe amenazaban sus flancos y se aproximaban las fuerzas que lo perseguían, Lavalle hacía alto y desplegaba sus dos columnas sobre la base de la infantería y de la división Vega.  Oribe hacía otro tanto y formaba su línea como para entrar en combate; y cuando lo iniciaba, Lavalle doblaba sus dos alas, tomando su anterior formación, y proseguía su retirada.


Combate en el Quebrachito


Pero esta situación no podía prolongarse para Lavalle, tenazmente perseguido por un militar tan bravo y tan experto como él.  El 26 de noviembre hubo de verse envuelto por las fuerzas de Oribe, en un momento en que se detuvo a refrescar sus exhaustas caballadas.  Su mirada estaba fija en el Quebrachito, donde debía esperarlo Lamadrid.  Incorporado con éste, ya estaba seguro de obtener una ventaja sobre Oribe.  Pero ningún aviso recibía de Lamadrid.  La fantasía de este jefe que jamás calculaba sus operaciones, ¿lo habría conducido a otra parte?  Esto valía la ruina del ejército “Libertador”.  El 28 llegó a los montes del Quebrachito.  Allí no estaba Lamadrid.  Este había mandado días antes a ese punto una buena división al mando del coronel Salas, y caballadas de refresco; pero como no llegara el ejército de Lavalle el día 20, creyó que estaba sitiado por Oribe en Calchines, y la hizo retirar de aquel punto para marchar con ella a Fraile Muerto (actual ciudad de Bell Ville).  Lavalle vio entonces que tenía que disputarle él sólo a Oribe, no ya la victoria, sino los pocos recursos que pudiera salvar de su desastre.


A la una de la tarde del 28 de noviembre la vanguardia de Oribe cayó sobre la infantería de Lavalle, y  poco después todo su ejército, compuesto de unos cinco mil hombres, de los cuales mil seiscientos eran infantes, envolvían al ejército enemigo sin darle el tiempo para tomar la formación más conveniente.  Oribe llevó por su derecha una formidable carga de caballería con casi toda su fuerza de esta arma; y Lavalle efectuó una operación semejante por la izquierda.  La de Oribe obtuvo un éxito completo; y aquí fue del rudo batallar de los escuadrones de Lavalle que alentados con la palabra entusiasta de este general, pugnaban desesperadamente por romper el círculo de jinetes de Oribe que los estrechaban por retaguardia, mientras la infantería y artillería los diezmaba por su frente y por uno de sus flancos.


Derrota del general Lavalle


Dos horas después la Batalla del Quebracho Herrado quedó circunscripta en el cuadro que formó el coronel Pedro José Díaz en el extremo izquierdo, donde permanecía Lavalle mandando las cargas supremas de los últimos restos que le quedaban.  El coronel Vega, viendo inminente el momento en que Lavalle caía muerto o prisionero con el último de sus oficiales, se abalanzó con doscientos hombres como movido por el prodigio, contuvo una carga decisiva que le traía la caballería federal, y alguno de sus compañeros aprovecharon de esto para sacar de allí a su general.  Todavía permanecía en medio de su cuadro el coronel Díaz.  Cuando hubo a su alrededor otro cuadro de cadáveres; cuando aquellos valientes no pudieron hacer uso de sus armas porque las municiones estaban en poder de las tropas federales, y sólo se servían de las bayonetas o de las culatas de los fusiles para esgrimirlos sobre los que tenían más cerca, recién se sometieron a la dura ley de los vencidos; y el mismo Oribe, tan parco en elogios como fiero en la victoria no pudo menos que felicitar públicamente al coronel Díaz y a sus denodados compañeros.


Lavalle perdió en esta batalla mil trescientos hombres entre muertos y heridos, cerca de seiscientos prisioneros, de los cuales sesenta eran jefes y oficiales, toda su artillería, bagajes, parque, su correspondencia, etc.  Del campo de Quebracho Herrado se dirigió a Córdoba por la frontera del Tío con los restos dispersos que le quedaban del ejército.


El triunfo del Quebracho era tan importante para los federales como el que acababa de obtener la diplomacia de Juan Manuel de Rosas por medio de la convención con Francia, la cual puso término a las diferencias entre ese gobierno y el de la Confederación Argentina.


Diezman la fila unitaria

tantas cargas federales,

prometiendo a sus rivales

largas horas funerarias.

Cada vez más solitaria

la bandera de sus huestes,

en el panorama agreste,

triste de Quebracho Herrado,

el campo queda sembrado

de chaquetillas celestes.


Quebracho Herrado (gato)


I


El General Lavalle

y el correntino

en el Quebracho Herrado

fueron vencidos.

Fueron vencidos, si,

¡qué mala suerte!

rumbiaba ya su estrella

hacia la muerte.


II


El General Lavalle

y el correntino

ya marchan derrotados

por los caminos.

Por los caminos, si,

¡qué mala suerte!

para encontrar la calma

sólo en la muerte.


Fuente


Bagnera, Hugo Eduardo – Juan Lavalle y Quebracho Herrado


Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado


Portal www.revisionistas.com.ar


Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina


Turone, Gabriel O. – La Batalla de Quebracho Herrado


jueves, 29 de junio de 2023

Se cumplen 56 años de esta carta de Perón a Susana Valle.

 



Carta a la Sta. Susana Valle 29 de junio de 1967. 


Escrito por Juan Domingo Perón. 


Madrid, 29 de junio de 1967.


A la Señorita Susana Valle


Buenos Aires


Querida Susanita:


por mano y amabilidad del Dr. Antún he recibido tu carta del 15 de junio pasado y tengo el placer de enviarte la autorización para el bautismo de la niña Eva Anahí Fandi y la fotografía para el Coronel Luis María Moreno.


Veo por tu carta que se interesan allí también por el asunto de Medio Oriente. Creo que se trata mas que nada de una lucha entre los imperialismos por copar sectores del Tercer Mundo y que ha utilizado, como "cabeza de turco", a los árabes por parte de Rusia y a los judíos por el Imperialismo yanqui. Como habrás podido observar por lo que ha ocurrido en estos últimos días, tanto Rusia como U.S.A. tienen miedo de provocar la guerra y ambos "se han ido a barajas" sin que eso sea obstáculo para seguir peleando, pero en la U.N. Al final esta guerra provocada por ambos y que podría ser un segundo Vietnam quedará reducida a una lucha diplomática y, los perdedores, serán nomas árabes y judíos.


Hago llegar al Mayor Alberte mi opinión sobre la marcha del Movimiento, que creo que la está dirigiendo muy bien y también una nueva cinta magnetofónica sobre la cuestión. Creo que en este momento es preciso ajustarse a una conducción táctica: unida la rama sindical y organizado clandestinamente el Movimiento, será preciso volver a desarrollar la solidaridad gremial perdida y trazar ya los planes de lucha de conjunto, mediante una organización, preparación y conducción táctica apropiadas, lo que sé que ha de realizar bien Alberte. Por eso desde ahora es preciso que los peronistas se subordinen al Comando Táctico con la mayor obediencia y disciplina porque nada se podrá lograr ni en la inorganicidad ni en el desorden.


Por eso hay que ponerle el hombro a Alberte, suspender todo lo que origine fricciones dentro del Movimiento, proc der solidariamente neutralizando la acción de los infiltra y provocadores, y cooperando sinceramente en la conducción. Yo sé que hay muchas pequeñas cuestiones internas pero la necesidad de enfrentar al enemigo de afuera impone suspender, por lo menos, todo lo que puede representar lucha adentro. Hay sí que vigilar a los tránsfugas y traidores de distinto pelaje, que sabemos que existen, para aplastarlos como a las alimañas, de cualquier modo y en lo posible sin llamar la atención ni dar pasto a los escribas al servicio de la dictadura.


En este momento todo ha de ser unión y solidaridad peronista porque la conducción táctica necesita, para organizar, antes que nada la buena voluntad de todos para alcanzarla dentro de los organismos que forman el Movimiento. La larga lucha ha hécho que nuestra gente se enfrentara en fracciones animadas por dirigentes sin prestigio y sin honestidad; pero ese momento ha pasado y seguirá pasando más a medida que dirigentes jóvenes y sin intereses personales ni de círculo se vayan haciendo cargo de la dirección.


No dejes de saludar a las compañeras que trabajan contigo.


Un gran abrazo.


Firmado: Juan Perón.

lunes, 15 de mayo de 2023

Se cumplen 50 años de esta carta de Perón al diputado Rodolfo J. Arce: "prefiero seguir siendo Perón que General"

 



Carta al Dr. Don Rodolfo J. Arce 15 de mayo de 1973 


Escrito por Juan Domingo Perón. 



Madrid, 15 de mayo de 1973.

Sr. Diputado Nacional.

Dr. Don Rodolfo J. Arce.

Buenos Aires.

Mi querido compañero y amigo:

He conocido por publicaciones de los diarios su intención de presentar a la Legislatura nacional un "Proyecto de Ley" tendiente a restituirme "el Grado Militar y los honores correspondientes" y deseo hacerle algunas reflexiones al respecto, que considero de importancia formular antes de dar un paso semejante.

Comienzo por agradecerle profundamente su buena intención pero, a fin de evitar en estos momentos un lío más de los muchos que ya tenemos con las "Fuerzas Armadas" y con los que se "van a armar", considero pertinente que ese asunto ha de tratarse con la mayor prudencia.

Empiezo por decirle que a mí, personalmente, lo del grado como lo de los honores, me tienen sin cuidado. Desgraciadamente, en nuestro país se ha hecho ya inveterada costumbre de que para llegar a General es suficiente tener buena salud y cuidar de no pelearse con nadie. En cambio, para llegar a ser Perón suele costarle a uno muchos esfuerzos y muchos sacrificios. Por lo tanto, prefiero seguir siendo Perón que General.

Partiendo de esta base, aún por una cuestión de ética elemental, no quisiera que nadie fuera a pensar que yo auspicio una medida semejante, como se afirmará de inmediato por los que no me quieren bien. En cambio, ¡que lindo sería que se supiera que yo renuncio olímpicamente a tales reivindicaciones que, por otra parte, no me interesan!

Usted debe tener en cuenta que la privación del grado y del uso del uniforme, ha sido por lo menos aparentemente, dictada por resolución de un "Tribunal de Honor" y que esta "institución" es una cuestión interna del Ejército, es decir, una medida solo institucional y no gubernamental. Cuando el dictador de turno aprobó esa resolución, no realiza un acto de Gobierno propio, sino que, como "Comandante en Jefe", aprueba una resolución de un "Tribunal de Honor" cocinada por los pares del acusado y que solo puede ser levantada por los mismos. Una Ley que la Nación que lo hiciera, indudablemente tendría todo el valor legal obvio, pero no levantaría la sanción moral que tal medida implica. Son esas cosas que algunos "simuladores del honor" han instituido en beneficio de las causas que sirven.

Por todo éllo y siendo una cosa que no tiene valor alguno, desde que sabemos cómo se habrá hecho, conviene dejar todo como está, ya que, yo que soy el interesado no le doy importancia alguna. O, de lo contrario, cabría hacer una investigación en el Ministerio de Ejército, pidiendo el expediente que debía existir en el archivo del mismo, para recién entonces, si existe algo, poder proceder.

Proceder directamente por medio de una Ley Nacional, no tengo la menor duda que cumpliría el objeto de restituirme "el grado y los honores", si hay tales; pero no es precisamente eso lo que puede interesarme en este asunto, ya que la situación moral no variaría, por que a mí me interesa más "el honor" que "los honores".

Usted, como todos los diputados, ha de saber que ese acto ordenado por la dictadura, fue producto de una época, de unos hombres y de un designio, que estaban lejos de configurar un proceder justo y correcto, menos aún en cuestiones de honor militar, donde los que habrían de juzgar traicionaron un juramento y una palabra de honor empeñados.

Tengo ya demasiados años como para no comprender ciertas cosas y no colocarme sobre el bien y el mal. Temo ver tales cuestiones en momentos como el actual, no creo que sea conveniente: la Historia ha de juzgarnos a todos y solo de allí podrá esperarse la verdad, que en este momento resultaría prematuro querer desentrañar.

Por otra parte se, de buena fuente, que el tal "Tribunal de Honor" fue más que nada una simulación ordenada, a la que se prestaron algunos generales más obedientes que ecuánimes y sinceros. Bastaría pedir los antecedentes al Ministerio de Ejército, para comprobar que, sobre el caso, no existen antecedentes oficiales y fehacientes.

Por todo lo anterior, pienso que promover en este momento una cuestión que hace solo a un hombre, aunque ese hombre sea yo, cuando hay tantas cosas que hacer por el país, equivaldría a perder lamentablemente el tiejnpo. Sobre mi honor, yo res­pondo solo ante mi conciencia; los demás responderán de la suya.

Para terminar, amigo Arce, quiero hacerle llegar, junto con mi saludo más afectuoso, mi agradecimiento por su buena intención y mis mejores deseos.

Un gran abrazo

Firmado: Juan Perón


lunes, 4 de octubre de 2021

Se cumplen 55 años de esta carta de Juan Perón al compañero César Enrique Aranguren

 




Carta a Don César Enrique Aranguren 4 de octubre de 1966


Escrito por Juan Domingo Perón. 


Madrid, 4 de octubre de 1966.


Señor Don César Enrique Aranguren.


Buenos Aires


Mi querido amigo:


He recibido su amable carta acompañada del libro: "Cancionero de Perón y Eva Perón", y le agradezco el recuerdo así como retribuyo su saludo con mis afectos más sinceros. No puedo tampoco dejar de hacerle llegar mi enhorabuena por estas publicaciones destinadas, como dice el Prólogo, a documentar una época argentina que muchos han tenido el vano intento de borrar.


Hace ya tiempo que encargué a algunos peronistas interesados en lo mismo, la tarea de hacer una recopilación de Informes sobre los compañeros que habían sido perseguidos en distintas formas, encarcelados y aun torturados en los tiempos del "Aramburato" y el Plan Conintes, a fin de que tales hechos no quedaran borrados por el tiempo y la desaparición paulatina de sus actores. No sé qué habrá sido de este trabajo, pero entiendo que algo se había hecho y me parece que no estaría demás intentar por lo menos realizarlo publicitariamente a fin de que se conozca una realidad que ahora trata de ocultarse. Como la historia del futuro ha de estar interesada en penetrar los acontecimientos relativos a esta época, no sería posible hacerlo sin el testimonio interesante de los que sufrieron en carne viva, y que, como una lección de los tiempos, se oponga a que en la Patriá vuelvan a repetirse hechos tan ignominiosos.


Sería un gran placer poderle recibir en Madrid para charlar se ore este asunto y si como me lo promete, viaja a ésta, le estaré esperando. Le ruego que me haga saber cuando viaje. He estado siempre interesado vivamente en la tarea que Ustedes realizan porque muchos aspectos de la vida y de la historia dependen de los que se dedican a realizarlas o historiarlas. También considero que, contemporáneamente, la mejor historia es la que se limita a documentar hechos que, el tiempo muchas veces se encarga de deformar y aun de desvirtuar. Si este momento no es oportuno para juzgar porque no ha transcurrido el tiempo suficiente de madurez, no habrá otro mejor para documentar los hechos o sucedidos.


Le ruego que haga llegar al amigo Julio Darío Alessandro mis plácemes por el excelente trabajo realizado en la búsqueda y compilación de un material tan importante como difícil de reunir. De la misma manera a todos los colaboradores mis saludos más afectuosos y mis felicitaciones. El libro es atrayente y pone de manifiesto un aspecto anímico y literario un tanto desconocido en su conjunto de nuestras cosas justicialistas y, en especial, de la fuerza motriz que impulsó muchas de nuestras cosas. Ese motor era una mística popular desconocida para muchos e incomprensible para otros. Creo que se trata de una obra de verdadero aliento y si, como se manifiesta, se completa en una colección, documentaría una gesta anónima que, no tengo la menor duda, ha de marcar una época en la acción publicitaria de este tiempo tan gastado en falsificar las cosas y; en deformar los hechos.


Le agradeceré igualmente que, si consideran de actualidad algo que yo pueda hacer con el mismo fin, me consideren a la orden. Un millón de gracias por todo.


Un gran abrazo


viernes, 20 de diciembre de 2019

Se cumplen 54 años de esta carta de Perón a Julio Antún.




Carta Dr. Julio Antún 20 de diciembre de 1965

Escrito por Juan Domingo Perón.

Madrid, 20 de diciembre de 1965.

Al Diputado Nacional Dr. Julio Antún

Buenos Aires

Mi querido compañero:

Se me ha informado que el Doctor Tecera del Franco le habría insinuado a Usted que, con referencia a fondos del Movimiento Peronista, yo habría recibido una cantidad de dinero proveniente de dichos fondos. Como ello es absolutamente falso, presupongo que implica en ese compañero o una mala información o una insidiosa y aviesa intención que deseo desvirtuar en defensa de mi propia delicadeza personal que deseo dejar a salvo de toda malidicencia desaprensiva.

Jamás he recibido un solo centavo proveniente del Movimiento Peronista y ni de ninguno de sus hombres como tampoco de los partidos o agrupaciones que lo forman. Hace un tiempo el compañero Bramuglia me informó personalmente que la Unión Popular había cobrado los aportes que le correspondían en las últimas elecciones y que de ello se había pagado los gastos y que se tenían algunos millones de sobrante. Le dije de inmediato que debían guardar ese dinero para necesidades futuras y no hacer uso de él sino en lo imprescindible, porque nuestro Movimiento era pobre y no podíamos derrochar el dinero.Ha llegado a mi conocimiento también que se han hecho suscripciones y que se han pedido aportes a diversas personas y deseo dejar constancia que en ningún caso se lo ha hecho con conocimiento mío y, menos, aún, con autorización de mi parte. Cuando yo he necesitado dinero'para mis necesidades personales lo he recibido de mis amigos y en forma absolutamente privada y personal.

Tengo una preocupación constante por los procedimientos que, con referencia a los fondos del Movimiento, se están siguiendo. Los fondos que perciben tanto la Unión Popular como las demás Agrupaciones corresponden a todo el Movimiento Peronista, por lo que se paga son los votos y los votos son peronistas. Me llegan todos los días informacipnes poco edificantes para la conducta de los dirigentes que no compren­den que "la mujer del César no sólo debe ser virtuosa, sino que es menester que lo parezca".

Le ruego que salude a los compañeros. Un gran abrazo.

Firmado: Juan Perón.

jueves, 10 de octubre de 2019

Se cumplen 74 años del discurso de Juan Domingo Perón en su despedida de la Secretaría de Trabajo y Previsión.







La calle Perú entre Victoria y Julio A. Roca fue el lugar desde donde, en un improvisado palco, el Coronel Perón pronunció su discurso de despedida –luego de su renuncia al cargo en la Secretaría de Trabajo y Previsión- el día 10 de octubre a las 19,30 horas.
Trabajadores: termino de hablar con los empleados y funcionarios de la Secretaría de Trabajo. Les he pedido como mi última voluntad de secretario de Trabajo y Previsión, que no abandone nadie los cargos que desempeñan, porque se me habrían presentado numerosísimas renuncias. Yo considero que en esta hora el empleo en la secretaría no es un puesto administrativo, sino un puesto de combate, y los puestos de combate no se renuncian, se muere en ellos.
Esta casa, fundada hace un año y medio, se ha convertido en la esperanza de los hombres que sufren y trabajan. Esa esperanza no debe ser defraudada por nadie porque acarrearía las mayores desgracias a nuestra patria.
Despojado de toda investidura, hablo hoy a mis amigos los trabajadores, expresándoles, por última vez desde esta casa, todo lo que mi corazón siente hacia ellos y todo lo que he de hacer en mi vida por su bien.
Si la revolución se conformara con dar comicios libres no habría realizado sino una gestión en favor de un partido político. Esto no pudo, no puede, ni podrá ser la finalidad exclusiva de la revolución. Eso es lo que querrían algunos políticos para poder volver; pero la revolución encarna en sí las reformas fundamentales, que se ha propuesto realizar en lo económico, en lo político y en lo social. Esa trilogía representa las conquistas de esta revolución que está en marcha y que cualesquiera sean los acontecimientos no podrán ser desvirtuados en su contenido fundamental.
La obra social cumplida es de una consistencia tan firme que no cederá ante nada, y la aprecian no los que la denigran sino los obreros que la sienten. Esta obra social que sólo los trabajadores la aprecian en su verdadero valor, debe ser también defendida por ellos en todos los terrenos.
La Secretaría de Trabajo y Previsión acometió hace un año y medio dos enormes tareas; la de organizar el organismo y la de ir, sobre la marcha, consiguiendo las conquistas sociales que se consideraban más perentorias para las clases trabajadoras. Sería largo enumerar las mejoras logradas en lo que se refiere al trabajo, a la organización del trabajo, a la organización del descanso, al ordenamiento de las remuneraciones y a todo lo que concierne a la previsión social.
Esta tarea realmente ciclópea se ha cumplido con este valioso antecedente: las conquistas obtenidas lo han sido con el absoluto beneplácito de la clase obrera, lo que representa un fenómeno difícil de igualar en la historia de las conquistas sociales.
En el campo de la previsión social hemos comenzado por realizar una propaganda sobre el ahorro -posible con los mejores salarios- y luego propugnamos por el incremento de las mutualidades. Se ha aumentado el número de los argentinos con derecho a jubilación en cifras verdaderamente extraordinarias, y a este respecto cabe destacar la iniciativa de la Confederación de Empleados de Comercio, que constituye un triunfo y un motivo de orgullo para la previsión social argentina.
Hemos defendido desde aquí a todas las organizaciones obreras, las que hemos propugnado, facilitándoles su desenvolvimiento. Desde esta casa no se ordenó jamás la clausura de un sindicato obrero ni se persiguió nunca a un trabajador; por el contrario, siempre que nos fue posible pedimos a las autoridades la libertad de obreros detenidos por distintas causas.
A diferencia de lo que ha sucedido en otras partes o en otros tiempos, las autoridades han defendido a las organizaciones obreras en lugar de molestarlas o perseguirlas. Es así que terminamos de dictar un decreto-ley referente a las organizaciones profesionales. Cuando llegué a la Secretaría de Trabajo, el primer pedido que recibí de los obreros fue la derogación de un decreto del año 1943 en el que se establecía para las asociaciones gremiales un régimen de tipo totalitario.
El primer decreto que firmé en esta secretaría fue la derogación de ese reglamento, y tengo la satisfacción de decir que el último que he firmado es el nuevo régimen legal de las asociaciones profesionales, que difiere fundamentalmente del anterior, y con respecto al cual puedo asegurar que es de lo más avanzado que existe en esta materia. Bastaría decir que bajo este cuerpo legal, el gobierno, que puede intervenir una provincia o una asociación de cualquier orden, no puede intervenir, en cambio, los sindicatos obreros.
También dejo firmado un decreto de una importancia extraordinaria para los trabajadores. Es el que se refiere al aumento de sueldos y salarios, implantación del salario móvil, vital y básico, y la participación en las ganancias. Dicho decreto que he suscripto en mi carácter de secretario de Estado tiene las firmas de los ministros de Obras Públicas y de Marina, y beneficia no solamente a los gestores de la iniciativa -la Confederación de Empleados de Comercio- sino a todos los trabajadores argentinos.
Y ahora, como ciudadano, al alejarme de la función pública, al dejar esta casa que para mí tiene tan gratos recuerdos, deseo manifestar una vez más la firmeza de mi fe en una democracia perfecta, tal como la entendemos aquí.
Dentro de esa fe democrática fijamos nuestra posición incorruptible e indomable frente a la oligarquía. Pensamos que los trabajadores deben confiar en sí mismos y recordar que la emancipación de la clase obrera está en el propio obrero. Estamos empeñados en una batalla que ganaremos porque es el mundo el que marcha en esa dirección. Hay que tener fe en esa lucha y en ese futuro. Venceremos en un año o venceremos en diez, pero venceremos.
En esta obra, para mí sagrada, me pongo hoy al servicio del pueblo, y así como estoy dispuesto a servirlo con todas mis energías juro que jamás he de servirme de él para otra cosa que no sea su propio bien. Y si algún día, para despertar esa fe, ello es necesario, me incorporaré a un sindicato y lucharé desde abajo.
Al dejar el gobierno, pido una vez más a ustedes que se despojen de todo otro sentimiento que no sea el de servir directamente a la clase trabajadora. Desde anoche, con motivo de mi alejamiento de la función pública ha corrido en algunos círculos la versión de que los obreros estaban agitados. Yo les pido que en esta lucha me escuchen. No se vence con violencia; se vence con inteligencia y organización. Por ello les pido también que conserven una calma absoluta y cumplir con lo que es nuestro lema de siempre, del trabajo a casa y de casa al trabajo.
No debemos por ninguna causa exponer la tranquilidad de un obrero o la felicidad de una familia. Hemos de luchar con inteligencia y organización, y así, el triunfo será nuestro.
Debo decirles que he hablado con el Exmo. Señor Presidente de la Nación, quien me ha prometido que la obra social realizada y las conquistas alcanzadas serán inamovibles y seguirán su curso. Pido, pues, el máximo de tranquilidad a todos los trabajadores del país, tranquilidad y calma es lo que necesitamos para seguir estructurando nuestras organizaciones y hacerlas tan poderosas que en el futuro sean invencibles. Y si un día fuese necesario he de formar en sus filas para obtener lo que sea justo. Mientras tanto que sea la calma y la tranquilidad la que guíe los actos de los obreros para que no se perjudique esta magnífica jornada de justicia social. Pido orden para que sigamos adelante en nuestra marcha triunfal pero, si es necesario, algún día pediré guerra.
Y ahora quiero que demos una vez más ese ejemplo de cultura que han exhibido en esta ciudad las masas de trabajadores, les pido a todos que llevando en el corazón nuestra bandera de reivindicaciones piensen cada día de la vida que hemos de seguir luchando inquebrantablemente por esas consignas que representan los objetivos que han de conducir a nuestra República a la cabeza de las naciones del mundo. Recuerden y mantengan grabado el lema "de casa al trabajo y del trabajo a casa" y con eso venceremos.
Para terminar no voy a decirles adiós les voy a decir "hasta siempre", porque desde hoy en adelante estaré entre ustedes más cerca que nunca, y lleven finalmente esta recomendación de la Secretaría de Trabajo y Previsión: únanse y defiéndanla, porque es la obra de ustedes y es la obra ‘nuestra’".
El público se desconcentró en manifestación por varias calles céntricas, vivando al Coronel Perón y señalándolo como futuro "Jefe de Estado".


lunes, 15 de julio de 2019

Se cumplen 65 años de esta carta de Perón al Doctor Haedo




Carta al Dr. Victor Haedo 15 de julio de 1954

Escrito por Juan Domingo Perón.

Buenos Aires, 15 de julio de 1954

Al Senador Dr. D. Víctor Haedo.

Montevideo

Mi estimado amigo:

Recibí su carta del 5 de julio próximo pasado, en la que me pide autorización para desautorizar afirmaciones de Santander y Damonte, dos delincuentes comunes y silvestres, capaces no sólo de falsificar documentos y alterar la verdad. Usted pierde su tiempo en ocuparse de tales sujetos. En esta vida no ofende el que quiere.

Afortunadamente no he visto en mi vida a Silvano Santander y de él sólo tengo un despreciable concepto. Jamás he tenido para Usted otro recuerdo que el elevado concepto que me inspira su patriotismo y su hombría de bien, como se imaginará. ¿Qué expresiones podría yo tener de usted y menos aún que pudieran ser oídas o utilizadas por un Santander?

Le repito que pierde su tiempo desmintiendo a impostores como estos individuos tan descalificados como conocidos; pero, si ése es su gusto, le autorizo plenamente a todo.

Si sus enemigos han apelado, para atacarle, al juicio de Santander y Damonte, me imagino qué clase de enemigos son los que le atacan, por aquello de que "dime con quién andas".

Un gran abrazo.

Firmado: Juan Perón.