"Oh, Lázaro, levántate y anda!" dijo Cristo
apiadado del muerto que en su tumba yacía;
y levantóse el muerto, y caminar fue visto
por la turba que al grande Taumaturgo aplaudía.
Sepulto en su pobreza, de todo desprovisto,
esclavo de una necia, nefasta oligarquía,
el argentino pueblo, con sus amos malquisto,
como un llagado Lázaro, impotente, sufría.
Perón se irguió cual nuevo redentor sobrehumano,
y a su pueblo tendiendo la prodigiosa mano,
"¡levántate -le dijo-, se acabaron tus pena!"
Y levantóse el pueblo, naciendo a nuestra vida,
y, vislumbrando cierta la dicha prometida,
siguió, cantando al líder y rompió sus cadenas.
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