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| Claudio Martínez Paiva: Escritor y dramaturgo oriundo de Gualeguaychú |
el dolor sin gemidos de la carne conforme,
no tenía sentido el grito "oíd mortales",
la multitud yacía sobre una marcha enorme
Quietud de llagas vivas, miseria resignada,
el alma de la patria vagaba en desierto,
junto a su sombra augusta ya no quedaba nada.
Nuestro Pueblo había muerto.
Pero, loados sean los cielos y los mares,
la escondida energía de esta tierra creadora
que engendra el misterio de su fuerza promotora
para llenar de Santos y de Héroes sus altares.
Loado sea Dios y el milagro absoluto
que desgarró las nubes sobre el erial sediento,
bañó la rama seca y fue la flor y el fruto,
sopló en la raza inerte y le infundió otro aliento.
¡Un hombre extraordinario, un ser de dimensiones hasta hoy desconocidas
en las breves medidas
de nuestras limitadas y humanas condiciones
surgió en la sociedad!
Su voz tenía
el poderoso acento, profético y profundo
de aquel que en medio del error decía:
Soy la justicia y la Verdad del Mundo.
¡Solo inició la fabulosa hazaña!
¡Montes de iniquidad se le opusieron,
hilos perversos le tejió la araña,
no pudieron comprarle, le vendieron;
más porque todo se cerró a su paso,
él solo, con su voz y con su brazo
hizo a un lado el error y la montaña!
TATA PERÓN - permítame llamarle asi Tata
con esa unción humilde y respetuosa
que fue moral y tradición del Plata -
Tata Perón:
Para todos los tiempos habla mi corazón;
La Patria recobrada y jubilosa
La dulce patria, ahora renacida,
es obra suya y suyo el heroísmo
cuando, por sobre de traición y herida,
olvidado por ella de si mismo,
a riesgo diario de su noble vida
la levantó expirarme del abismo.
Ahí está la Nación, el viejo sueño,
el rebaño de sueños de los grandes
que apacentó el atormentado empeño
de un Dios moreno al trasponer Los Andes.
La tierra libre, justa y soberana
desbordante de riqueza y en belleza,
laboriosa y en paz, fuerte y cristiana.
Anticipa el presente de su grandeza,
la patria inmensa que será mañana.
Esa es la Patria, hermanos, que tenemos
Levantemos, hermanos,
como en signo de gracia las dos manos;
a un hermano mayor se la debemos.
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